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Trainspotting 2



“¿Por qué?” Es lo primero que le viene uno a la cabeza cuando se entera de que los responsables de Trainspotting, aquella influyente comedia negra (o drama, según se mire) de mediados de los 90 con una potentísima banda sonora, se han puesto manos a la obra con una continuación. “¿Era necesario? ¿No se tratará de un nuevo sacacuartos que apela a la nostalgia?” 

Veinte años después del final de la primera parte, Renton vuelve a Edimburgo a reencontrarse con sus amigos cuando la vida que eligió resultó no ser suficiente. A pesar del tiempo transcurrido, lo que podría suponer algo más de madurez en los personajes, la historia se repite en cierto modo cuando el grupo vuelve a sus trapicheos habituales.  El hecho de que todos los actores  protagonistas retomen sus papeles y de que este siempre muy presente en la narración el film original, mediante flashes visuales o musicales, le da un aire a reencuentro al conjunto.

Creo que lo interesante de la experiencia es haber visto la primera película con 20 años y acercarse a la segunda con 40. Aunque uno no haya nacido dentro de la clase pobre de los suburbios escoceses, se puede entender el momento vital de los protagonistas. “Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock” decía Tyler Durden en “El club de la lucha” “pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos”. Quizás no estemos muy cabreados, como en la novela de Chuck Palahniuk, pero podemos identificarnos con  las infantiles salidas de tono de Renton y Simon o no culpar a Spud por seguir en el mismo punto que veinte años atrás.

Siendo honestos, si no llego a ver esta película, o si no se hubiese rodado, realmente no habría pasado nada. Pero después de llegar al final, te deja una sensación agradable, la misma que se tiene después de haberte tomado unas cervezas con unos viejos amigos.

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