Después de salir escaldado de la película de Marvel
“Ant-Man”, tras varios años de estar implicado, se ve que a Edgard Wright le
apetecía meterse en un proyecto del que tuviera el control creativo completo y
estrenó esta “Baby Driver”, título sacado de una canción de Simon &
Garfunkel, de la que es director y guionista. Y te convencerá según qué
consideres que es más importante, si lo que se cuenta o cómo se hace, el fondo
o la forma.
La historia sobre un joven conductor que proporciona la vía
de escape a atracadores a mano armada no da demasiado margen a la sorpresa. No
falta ni un cliché, ni su buen corazón ni la imposibilidad de alejarse del
mundo criminal a pesar de sus esfuerzos. También encontramos a la chica y al padre
adoptivo impedido, que estarán en peligro y deberán ser salvados en algún
momento.
Ahora bien, se nota un cierto esfuerzo en darles un puntito
de originalidad a los personajes, como ese protagonista con acúfenos que debe
escuchar música permanentemente para contrarrestarlos, o esos criminales, entre
desquiciados y violentos, que parecen huidos de una película de Tarantino.
También es destacable el plantel de actores (Jamie Foxx, Jon Hamm, Jon
Bernthal, Kevin Spacey…) y, sobre todo, la banda sonora, en este caso un
personaje más, atinadamente insertada en muchos momentos y convirtiendo el
conjunto casi en un video clip de algo más de hora y media.
Así que no puedo decir que “Baby Driver” aburra, más que
nada por su espídico ritmo. Aunque quizás eche en falta algo más de chicha en
la historia, algún giro de guion curioso y que quitaría alguna que otra
situación forzada. No decepciona, pero tampoco mata.
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