Hay en Jurassic World: El reino caído dos películas diferentes. Una es espectacular y llena de colorido, ambientada en el escenario familiar de la Isla Nublar,que se trata de Hawai en realidad. Hasta allí se desplaza una expedición que pretende salvar a los dinosaurios de una segunda extinción, compuesta por personajes conocidos de la secuela anterior más algún que otro añadido. Los protagonistas terminarán chocando con unos mercenarios que tienen su propia agenda en un esquema que recuerda bastante a El mundo perdido, la secuela de Spielberg. Como ya es sabido pronto empieza el corre-corre y el pilla-pilla. Esta es la película que quieren los productores, una montaña rusa emocionante con persecuciones y estampidas, sustos y huidas con lava por todas partes. Pero después hay otra película debajo, que era con la que soñaba el director y nunca le dejaron. Es la que intenta salir en la segunda hora de proyección, como si J. A. Bayona lanzara la piedra y escondiera la mano,
Me he imaginado trabajando en el departamento de ventas de esta producción e inventando la frase promocional, “La película que dirigió el hijo de Michael Landon y escribió el guionista malo de los X-Men”. Si a esto añadimos una premisa bastante demencial, no he podido evitar acercarme a esta historia y verla sí o sí. En el fondo, tampoco se molesta en ocultarlo, es una reformulación de la comedia clásica protagonizada por Bill Murray “Atrapado en el tiempo”, incluso hay unos diálogos en el guion que se permiten comentarlo. En esta vertiente, tenemos una secuencia inicial que se repite varias veces con pequeñas variantes, el momento desmadrado en el que la protagonista de la historia se vuelve cínica y empieza a proporcionar salidas estrambóticas a la situación y, por supuesto, la iteración cercana al final en la que la chica le da la réplica perfecta a cada personaje demostrando que ha crecido y se ha vuelto mejor persona. Pero también, y aquí está el puntito de todo, el dí