Hoy vamos a proponer un programa doble de reseñas, que
podíamos titular “Detectives que pasan frío”.
Empezamos por “El muñeco de nieve”, adaptación de un caso
del detective noruego Harry Hole. Estamos ante un tipo de novela policiaca que
ha venido a llamarse nórdica, puesta de moda con la trilogía Millenium de Stier
Lagson, esa de nombres largos y rimbombantes. La película tiene muy
interiorizada el modelo y contiene todos los ingredientes, transcurre en
Noruega, los personajes tienen relaciones de pareja con alta probabilidad de
conflicto, el asesino lleva a cuestas bastantes traumas familiares y, anda por
ahí algún político de peculiares gustos sexuales. Así que supongo que los que
disfruten de este género en particular quedarán satisfechos.
Sin embargo, creo que la película adolece del importante problema
de que las historias secundarias y la principal no están bien conectadas, lo
que produce la sensación de estar viendo dos o más películas superpuestas.
Así que al final de la función, aparte de que la identidad del asesino es más
obvia de lo habitual, te quedas como el paisaje. Frío, frío.
Y es una pena porque detrás de todo hay un buen director,
Tomas Alfredson, y buenos actores como Michael Fassbender o J.K. Simmons,
aparte de un Val Kilmer abofado (que pena de hombre, con lo guapo que era). En
una entrevista que le leí al director, se disculpaba comentando que se habían
dado cuenta en la mesa de montaje que le faltaban escenas pero que ya habían
terminado el rodaje en tierras escandinavas y que no podían hacer nada para
solucionarlo. Esa forma de trabajar sí que es escalofriante, y no el clima.
La otra película, “Asesinato en el Orient Express” me dejó
una sensación más agradable. A priori, el material es difícil de adaptar, los
casos de Hércules Poirot son bastante estáticos, y se construyen a base de
conversaciones sucesivas hasta que el detective belga llega a la solución
final, normalmente ingeniosa. Además se desarrollan en ambientes aristocráticos
de principios del siglo XX, lo cuál no parece demasiado estimulante para los
gustos de ahora.
En anteriores adaptaciones de Agatha Christie al cine, se
acudía a un reparto de viejas glorias. Aquí han aprendido bien la lección, pero
todos sabíamos que no iba a ser suficiente.
¿Cómo ha animado el cotarro el director británico
responsable, Kenneth Branagh? Básicamente con los movimientos de cámaras, utilizando
encuadres imposibles y numerosos travellings para dar ritmo, como ya viéramos
en otras películas ferroviarias tales como “Código Fuente” o “Train to Busan”.
Añade además algunas secuencias de acción que no están en la novela como un
prólogo en Estambul que te deja con el culo torcido y alguna que otra
persecución irrelevante en un puente de madera.
La verdad es que funciona y la película se pasa en un
suspiro. A pesar de que se habla todo el tiempo de personajes que no aparecen
en pantalla y cuando han mencionado a John, Mike, Sam o Susie tres veces ya no
sabes quién es quién, la idea principal de la historia se entiende más o menos.
Yo quizás no hubiese escogido este caso de Poirot como inicio de una saga, porque aunque la resolución es original, también tiene un punto anticlimático y el detective no tiene margen de lucirse demasiado. Pero dado que “Muerte en el Nilo” ya tiene luz verde con el mismo equipo creativo, tampoco podemos quejarnos demasiado.
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